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Rosa Ángela Barreto: Memoria Viva de los Diablos de Yare

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En el corazón de San Francisco de Yare, vive una mujer cuya vida está entrelazada con los hilos de la tradición y el arte popular venezolano. Su nombre es Rosa Ángela Barreto, y por más de cinco décadas ha sido una de las guardianas de la memoria artesanal de los Diablos Danzantes de Yare.

Desde muy niña, Rosa Ángela quedó cautivada por las máscaras que salían de las casas vecinas a la suya, hogares que respiraban arte y devoción. Entre ellas, la del señor Manuel Portero y su familia, y la casa de los Blanco, ambas cuna de artesanos cuyos moldes y saberes antiguos despertaron en ella un amor que nunca se apagaría.

Su historia es también la de una mujer que, en un mundo donde la figura del diablo danzante era protagonizada por hombres, encontró en el arte un espacio propio para expresarse. Con sensibilidad femenina y una profunda conexión con los símbolos felinos, Rosa Ángela moldeó máscaras inspiradas en gatos y tigres, imponiendo un estilo propio lleno de detalles, bigotes cuidadosamente puestos y colores vibrantes.

Pero su arte no se detuvo en las máscaras. Rosa Ángela ha dado vida a abanicos, diablitos articulados, llaveros, cuadros y hasta figuras con materiales reciclados. Su creatividad desborda los límites de la tradición y se renueva con cada invento, con cada técnica que ella misma perfecciona o reinventa: desde moldes con masa flexible hasta formas hechas con cartón de huevo y alambres.

A través de los años, ha sido testigo y protagonista de la evolución de la tradición. Fue parte del nacimiento de la Asociación de Artesanos de San Francisco de Yare hace más de 37 años y lideró talleres donde predominaban las mujeres. Su historia es también la de muchas otras mujeres que mantuvieron viva la artesanía cuando parecía que podía perderse.

Más allá de su labor como artista, Rosa Ángela ha sido una ferviente devota del Santísimo Sacramento, figura central del Corpus Christi y de la festividad de los Diablos Danzantes. Su arte no es solo una expresión cultural: es una ofrenda de fe. “El Santísimo es el eje principal. Es el protagonista de esta fiesta”, dice con convicción.

Sus máscaras no son solo objetos. Son historia viva. Cada pieza tiene un propósito: hay máscaras pensadas especialmente para los bailadores, hechas para resistir la lluvia, el sudor, el peso del día. Cada creación lleva consigo su amor, su técnica, y su visión del mundo.

Hoy, Rosa Ángela Barreto no produce con la misma intensidad de antes, pero su legado perdura. Su testimonio es un documento invaluable para quienes aman la historia y la cultura de Venezuela. Es también un llamado a las nuevas generaciones: a mirar con orgullo nuestras raíces, a valorar la labor de quienes han dedicado su vida a preservar lo nuestro.

Gracias, Rosa Ángela, por enseñarnos que en cada máscara hay mucho más que una tradición: hay identidad, hay arte, hay devoción, y sobre todo, hay memoria.

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